HOMENAJE A LOS GUERREROS MILENARIOS
POR: Esteban Ruiz Moreno
Fecha: 1/12/08
Los números no son una simple representación mental del conteo de las cosas (en primera instancia); de otro modo, es necesario leer la biblia para entender que Jesús no pudo pasar cuarenta días y cuarenta noches sin probar bocado, o también es necesario entender que el pueblo de Israel no anduvo vagando por cuarenta años en medio de el desierto, el número 40 como otros tiene su significado más allá del simple conteo.
Es así como el número mil indica eternidad...
Me impactó sobremanera un cartel que exhibían los indígenas del Cauca al llegar a la ciudad de Bogotá: guerreros milenarios, decía; y yo recordaba la historia de ellos.
Durante tanto tiempo sufrieron la opresión de los supuestos “colonizadores”, seres “más avanzados” que trajeron la desolación y la muerte, seres de “otro planeta” que arrasaron en su hambre de poder y en su sed de oro. Sufrieron como los miles ancestros que yacen insertos en la madre tierra en toda nuestra Suramérica.
Es cierto, sufrieron, pero no se resignaron, no permitieron que se repitiera esa historia infame. Recuerdo las manifestaciones indígenas en el país del Ecuador, gracias a ellas se pudo entender la gran maraña de mentiras que decía cada gobierno de turno; recuerdo como si fuera hoy las inmensas manifestaciones que derrocaron un presidente ecuatoriano tras otro. Recuerdo su valentía como si fuera hoy y se me llena de orgullo el corazón al saber que ellos son nuestros ancestros, que ellos son nuestra simiente.
En este país de locos las cosas no son diferentes. Hace algunos meses los indígenas se decidieron por protestar a causa de los incumplimientos del gobierno, incumplimiento a unos acuerdos previos (raro, ¿no?). Recuerdo un acercamiento que tuvo el presidente de Colombia con los indígenas: qué valor, qué gallardía, qué sinceridad, qué asunción del concepto de humanidad simbólica, qué fiereza para defender lo que ellos creían vital y esencial para su condición histórica, para sus vidas en lo concerniente a la dignidad para poder vivir en esta tierra plagada de sangre y fuego. Vi como uno tras otro se paraba y decía lo que tenía que decirle a este presidente que no escucha y como dice Héctor Abad Faciolince en su olvido que seremos: si no gana se dedica a hacer sus pataletas de niño pequeño. Vi como se sucedía uno tras otro. Incluso vi a un indígena decirle que esperaba que no hubiera ningún tipo de represalia contra él; dicho de otro modo: “espero que no me fiches…”; o bueno, algo por el estilo.
(No defiendo las capuchas, es algo que tiene un sentido que va más allá de los planteamientos de una Claudia Gurisati, por ejemplo).
Más de 500 años de lucha, más de quinientos años de espera, más de quinientos años de resurgimiento lento y maravilloso. Son mil años de estos guerreros apostados desde el albor de los tiempos.
1000 años que presentifican un poder que va más allá de la ciencia, de la tecnología, del simple acaecer de los años.
1000 años de lucha contra las incontables adversidades que les esperaban a lo largo del camino.
1000 años, toda una eternidad, de pararse con la responsabilidad clara con la humanidad, de entablar un diálogo que debe ser escuchado, de establecer que están aún aquí y que siempre estarán.
1000 años, un milenio de ser guerreros, de derrotar a la vida misma, de pelear intensamente desde antes de la llegada de los usurpadores, de pelear incluso contra los insensatos que llegan con los años nuevos...
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