¿Cara a cara o Diván?


Mario Brito Afonso
Revisando algunos escritos para la elaboración de este trabajo, me topé en internet con un “blog”, en donde las personas intercambian ideas, hacen preguntas, aclaran dudas, entre otras cosas que seguramente ustedes se imaginarán. Dentro de ese mar de posibilidades que se pueden leer, alguien comentó: hace 5 años que hago terapia, me ha ayudado muchísimo, ahora mi psicólogo me dice que vamos hacer diván, me recostó y hable sin que pudiera mirarle a la cara, ¿esto es bueno o estoy mas grave? “
Me dio mucha risa el comentario del joven; pero mucho más las respuestas que recibía. Algunos le decían que pasar a diván era un momento en el recorrido del análisis, otros le señalaban que posiblemente estaba más grave y requería ahora un psicoanálisis, y por último, una chica le comentó que su terapeuta, dependiendo de lo que ella estuviese trabajando en consulta, la ponía cara a cara o la pasaba al diván.
La primera respuesta, "un momento en el recorrido del análisis",  pareciese venir de aquellos que estaban, o están en análisis; por lo tanto, le marcan al joven que el pase a diván es otro tiempo en el recorrido.
La segunda respuesta, si se tomase como cierta, algo que además es absurdo, colocaría entonces al psicoanálisis en el conjunto de las terapéuticas a utilizar para trastornos graves; así que, si los presentes están en análisis y están en diván, pues al parecer están muy graves.
Y por último; la tercera respuesta permite pensar que ese mueble llamado diván puede ser usado por otras psicoterapias y es una herramienta que se maneja en tiempos de “ahora sí, ahora no”, los cuales se definen de acuerdo con la problemática del paciente, antojos del terapeuta o una técnica de trabajo. Por ejemplo, en algunas corrientes, como las terapias gestálticas, es posible que intercaladamente el terapeuta use un diván para realizar ejercicios que se conocen como viajes imaginarios. Son ejercicios que están diseñados para que el paciente haga proyecciones sobre símbolos y signos, que posteriormente el consultante debe recoger e interpretar junto al terapeuta.
Sin embargo, sólo la primera respuesta nos atañe a nosotros, por lo menos en este espacio psicoanalítico; y en relación al chico que le han pasado a diván, pues la verdad que no creo que este más grave; por lo menos con respecto a los síntomas que le llevaron a verse con ese psicólogo y él afirma lo bien que le ha ido. Pudiera pensarse que antes del pase a diván, hubo un tiempo de entrevistas que pudieran considerarse como entrevistas preliminares y que duraron cinco años; si las coordenadas ya estaban dadas, presumiendo que el terapeuta fuese un analista en formación, pues el pase a diván le llega sorprendiendo y no pasa sin efectos; por lo tanto ha sido un acto analítico y éste joven algo le ha divido, en tanto requiere recurrir a un blog para tener el referente que le daba la mirada de su terapeuta.
Frecuentemente se escucha que, una de las diferencias entre el psicoanálisis y el resto de las psicoterapias es la utilización del diván; no obstante,  cabe preguntarse si realmente es así. ¿Es posible el curso de un análisis sin el uso del diván?, ¿Pasar a diván implica que el analista ha escuchado una demanda de análisis? ¿A qué responde el uso del diván? y para finalizar, tomando el comentario publicado en el blog vale preguntarse: ¿Cómo interviene la mirada en la conducción de una cura psicoanalítica? 
En tal sentido, lo que deseo discutir con ustedes es lo que se puede tratar sobre el tiempo de entrevistas preliminares, el uso del diván desde reflexiones teórico-clínicas dentro de la dirección de la cura analítica; y especialmente, el momento del pase a diván como un tiempo distinto dentro del recorrido del análisis, no definido bajo las agujas del reloj.
Además cabe señalar que, el diván como instrumento de la mano del analista, pudiese ser usado para generar efectos de división en el paciente y no significa que la demanda de análisis se haya presentado; e igualmente, pudiese haberse dado la demanda de análisis y el analista haya postergado ese pase o se no haga nunca; no obstante, hay un psicoanálisis.
En 1913, Freud en su artículo “Sobre la Iniciación del Tratamiento” comenta al final lo siguiente: “Antes de cerrar estas observaciones relativas a la iniciación de la cura analítica, diré aún algunas palabras sobre un cierto ceremonial que observamos en las sesiones del tratamiento. A este respecto, mantengo mi consejo de hacer echarse al paciente en un diván, colocándose el médico detrás de él y fuera del alcance de su vista. Esta disposición tiene un sentido histórico, partiendo del cual se desarrolló el psicoanálisis. Pero merece conservarse por varias razones. En primer lugar, por un motivo personal que seguramente compartirá conmigo mucha gente. No resisto pasarme ocho o más horas al día teniendo constantemente clavada en mí la mirada de alguien.
Pero además, como en tanto que escucho al sujeto me abandono también por mi parte, al curso de mis ideas inconscientes, no quiero que mi gesto procure al paciente materia de interpretaciones o influya sobre sus manifestaciones. Por lo general, el sujeto no se acomoda gustoso a esta disposición y se rebela contra ella, sobre todo cuando la pulsión visual (voyeurs) desempeña un papel importante en su neurosis. Por mi parte, mantengo inflexiblemente la situación descrita, con la que me propongo y consigo evitar la inmixtión de la transferencia en las ocurrencias del enfermo, aislar la transferencia y hacerla surgir a su tiempo, como resistencia claramente delimitada. Sé que muchos analistas obran en este punto de otro modo, pero no puedo decir si es porque realmente encuentran con ello alguna ventaja o sólo por el deseo de no hacer lo que otros”
Voy a detenerme un momento en estos fragmentos del texto original porque considero que varias ideas se pueden extraer. En primer lugar, Freud nos recuerda que el uso del diván es un resto de los momentos en donde la hipnosis dio origen al tratamiento psicoanalítico.
En los primeros tiempos del psicoanálisis, cuando la técnica no se había desarrollado lo suficiente y junto a la experiencia de trabajo de Freud con Charcot en París, se utilizaba la hipnosis para hacer que los pacientes pudieran acceder a los recuerdos reprimidos y el diván favorecía las condiciones de relajación psicofísica para alcanzar el estado hipnótico que conllevaba a la regresión. Sin embargo, Freud renunció al uso de la hipnosis por no ser una labor fructífera y mantuvo el uso del diván porque consideraba que los pacientes al estar acostados, se relajaban como cuando se llega el momento de ir a la cama, generándose un estado favorable para la regresión.
Además, “…si hacemos un breve paréntesis respecto al objeto-diván, podemos destacar que la horizontalidad que comporta (aunque no sea total, en muchos casos) remite etimológicamente a la raíz misma de la clínica. Lecho, en griego, es “kliné. Lo clínico viene de “klínicos”, “perteneciente o relativo a la clínica” y también “persona adulta que a causa de su enfermedad era bautizada en su mismo lecho”. (Baldiz, 2007)
Este juego de palabras permite entender un sentido profundo de la experiencia clínica y el recurso psicoanalítico del diván. Al respecto, Lacan comenta: Entonces, hace falta clinicar. Es decir, acostarse. La clínica siempre está ligada a la cama –se va a ver a alguien acostado. Y no se encontró nada mejor que hacer acostarse a aquellos que se ofrecen al psicoanálisis, con la esperanza de sacar de ello un beneficio, el cual no está dado de antemano, hay que decirlo. Es cierto que el hombre no piensa igual acostado o de pie, esto por el hecho de que en posición acostada hace muchas cosas, el amor en particular, y el amor lo arrastra a todo tipo de declaraciones. En la posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que sea un decir, es decir que importe en el real.” (Lacan, 1977)
Por lo tanto, el diván, como sucedáneo de cama, remite de manera inexorable a la sexualidad, los sueños, la enfermedad y la muerte. “Ya sabemos que se puede fornicar, soñar, convalecer y morir en otros lugares diferentes…, pero es cierto que el lecho está indiscutiblemente ligado… a esos acontecimientos humanos. Por tanto, la múltiple significación de la cama (desde Eros a Tanatos pasando por el querido Morfeo) va a operar de alguna manera en la escena analítica aunque sólo sea como facilitadora de ciertas temáticas a las que hay que llegar por necesidad de estructura. Acostarse (o semi-acostarse) en presencia de alguien no es un acto banal. Y hacerlo precisamente en un lugar en el que está prohibida la relación sexual le brinda a esa escena una tesitura muy particular” (Baldiz, 2007)
Ahora vamos a detenernos un poco en el momento del pase a diván. Continuando con el texto de Freud, vemos que nombra ese momento de pase a diván como “un ceremonial”. La real academia española nos dice brevemente que un ceremonial es un conjunto de reglas para determinados actos solemnes; es decir, que el pase a diván no es cualquier acto y un camino previo ha de darse para que al paciente se le ceda el pase al mismo.
Al inicio de un análisis, en esas primeras entrevistas, aunque se está frente a un analista, no se está dentro discurso analítico. Por lo tanto, el momento a partir del cual el analista decide que el paciente pase al diván implica una suerte de viraje, de torsión, como si el acuerdo psicoanalítico quedase así más inscripto en la propia realidad. Es también una especie de anamorfosis, es decir, cierto movimiento que va a permitir una visión diferente de la visión inicial; y aquí la importancia de las entrevistas preliminares.
Freud, en el artículo mencionado previamente, puntualiza: “He tomado por costumbre de advertir a aquellos enfermos sobre los cuales poseo pocos datos,  que en principio, sólo provisionalmente, y por una o dos semanas, puedo encargarme de ellos, y de este modo, cuando me veo obligado a interrumpir el análisis, por estar contraindicado, ahorro al enfermo la penosa impresión de una tentativa de curación fracasada” (S. Freud: 1913; p. 1661).
Para Freud,  esta forma de aproximación al paciente,  la llamará TRATAMIENTO DE ENSAYO, tiempo que el analista se toma para escuchar, conocer y decidir algunas consideraciones sobre el caso; entre ellas:
·         Construir una aproximación diagnóstica: Para ello, Freud propone mantener las mismas condiciones de un análisis, es decir, la ASOCIACIÓN LIBRE, dejando que el paciente hable sin mayores explicaciones e intervenciones por parte del analista.  Freud consideraba que el tratamiento psicoanalítico era más apropiado para las distintas formas de Neurosis (histeria, obsesión), en contra posición a lo que llamaría las Parafrenías (demencia, esquizofrenia)
·         Y además, porque también permitirá evaluar una de las condiciones esenciales para llevar a cabo un análisis, la posibilidad que tiene el sujeto de establecer transferencia.

El Tratamiento de Ensayo, se ubica en lo que Lacan llamo ENTREVISTAS PRELIMINARES. Lacan, con esta expresión, indica que existe un umbral, una puerta de entrada al análisis totalmente distinta a la puerta de entrada del consultorio del  analista. Se trata de un  preámbulo a todo psicoanálisis: No hay  un análisis sin entrevistas preliminares (Lacan, 1953)
Es un periodo, que sólo a posteriori, se calificará o no, como el inicio de un análisis. En consecuencia: lo que haga, diga, deje de hacer o decir el analista, tendrá un efecto sobre el paciente, y la posibilidad de iniciar un tratamiento.
Durante el tiempo de las  ENTREVISTES  PRELIMINARES, se intentará verificar los  siguientes aspectos:
·          Si  la persona está dispuesta a hablar, y que implica hablar para esa persona.
·         Identificar los signos que permitan conocer la posición del sujeto en relación con su síntoma, para conocer qué es lo que está detrás de la demanda inicial; pues no siempre es una demanda de análisis.
·         Realizar un diagnóstico estructural; es decir, tener precisiones en relación a la estructura (neurosis, perversión o psicosis), pues si bien la orientación lacaniana no retrocede ante la psicosis, el dispositivo analítico ante ella sufre ciertas modificaciones según cada  caso.
El tiempo de las Entrevistas Preliminares, no es tiempo un cronológico, es un tiempo de la transferencia. Hay que diferenciar del lado del sujeto, el tiempo de la demanda  y el tiempo del deseo , pues es un punto que marca el inicio del análisis.
Una viñeta clínica posiblemente nos permitirá estar más claros. En una oportunidad, una joven me comenta en su primera entrevista: “No se que pasa pero no tengo suerte en el amor, esta es la tercera vez que termino decepcionada de una relación amorosa, yo siempre doy y doy y nunca recibo igual, estoy harta de que los hombres con que me he topado no quieran algo serio conmigo. Este último, tenía pareja y se atrevió a coquetearme. Yo le juro Doctor, que si no me hubiese coqueteado, si no me hubiese llegado con esa mirada enceguecedora, yo no hubiese aceptado; pero el empezó y yo estaba tan tranquila en mi vida. La verdad que vengo aquí porque yo quisiera no seguir topándome con este tipo de hombres, quisiera un romance normal y lograr casarme como mis amigas, ¿acaso usted no ve en mi esa posibilidad?, yo soy bella, profesional, educada, universitaria. La verdad, yo creo que he revisado todas las respuestas a mi problema, pero vine a usted porque quizá usted tenga alguna que yo no he visto”
Esta joven pone en juego su demanda y coloca al analista ese lugar de Amo, dueño del saber. Posiblemente se siga topando más y más veces con ese tipo de hombres, mientras se mantenga en el punto de la queja, porque el problema no está en esos hombres, sino quizá en ese coqueteo, posiblemente en esa mirada particular a la cual ella responde a ciegas.

Al principio se presenta una queja sobre algo que ha dejado de funcionar en la vida y ese mal-estar, esa imposibilidad ante la vida, le permite a un sujeto autorizarse como paciente y recurrir a alguien en búsqueda de respuestas. Se tiene la posibilidad de iniciar un trabajo de entrevistas preliminares porque se presenta un síntoma del cual el paciente no se ha preguntado mucho en realidad y lo que se escucha es la queja con la que se hace entrada a un consultorio.
No obstante, autorizarse como paciente es un primer paso. Es un acto que le permite al sujeto dar validez a sus síntomas y la elección de hacer algo; tal elección le puede llevar a buscar ayuda o hacer un acto final y suicidarse.
Al mismo tiempo, tal autorización hace considerar al sujeto autor de sus propios síntomas, creador de su propia obra original y portador de la totalidad de los derechos sobre su obra, pero que en este momento desconoce. Al respecto y tomado de la mano del texto de Michel Foucault (1969) titulado ¿Qué es un Autor?, se pudiese decir que el síntoma del paciente guarda un texto con un valor inaugural y que es la obra de un autor particular; por lo tanto, sólo el regreso al acto de iniciación de esa obra es la que le podrá revelar la manera, en tanto sujeto, se esté articulado en el discurso de las redes sociales; es decir, en el Otro, y así encontrar una posibilidad diferente a la del síntoma.
En este primer tiempo, analista y paciente tienen una escucha de un discurso que circula en palabras. El paciente habla sin saber lo que dice y en su decir intenta atrapar algo de lo que le representa, algo trata de atrapar al hablar de su queja porque algo del sujeto habla; y algo de lo que se dice, al ser devuelto por el analista, recibe del Otro su propio mensaje en forma invertida y es allí donde se capta; y como resultante, empieza a asumir algo de lo que le corresponde al sorprenderse con ese saber-no sabido sobre sus síntomas.
Algo de la demanda fracasa y ese fracaso permite que un tiempo inicie al forzar esa demanda en deseo, que anudado a una transferencia, se liga a un misterio a descifrar; por lo tanto, se van desarrollando asociaciones en espera de respuestas de ese tesoro que encierra el Otro que el analista encarna.
La reformulación de la demanda inicial se reconstruye en una demanda verdadera, un síntoma analítico enmarca un deseo de saber y el paciente no se enuncia en términos de sufrimiento,  sino en el hueco de su causa sobre lo que constituye su subjetividad y sus singulares efectos de significación. A partir de este momento, un segundo tiempo a iniciado y un sujeto que a la entrada se autorizó como paciente, ahora se autoriza como analizante; es decir, como sujeto que está en análisis. Un sujeto que está en análisis no se dirige al analista para «hacerse analizar»;  es él quien tiene a su cargo la tarea de hablar, de asociar, de seguir la regla fundamental. A partir de este momento, el pase a diván es posible.
Hasta este punto he intentado responder lo referente al acto ceremonial del pase a diván; sin embargo aun nos quedan algunas cuestiones con respecto a su uso.
Freud en su texto nos habla de “ubicarse fuera de la mirada” porque no tolera permanecer largo tiempo la mirada “clavada” de sus pacientes e igualmente, considera que la suya puede obstaculizar el discurso de la asociación de libre, debido a que la misma puede contaminar las interpretaciones del paciente. Permanecer fuera del campo visual del analizante favorece la atención flotante y simultáneamente permite que se desarrolle una transferencia no demasiado viciada por las expresiones del analista.
Lacan describe la mirada como algo que nos alcanza a todos, todos hemos sido sujetos mirados, aunque la mirada no constituya nuestra objeto pulsional fundamental. En tal sentido, Lacan nos ha enseñado que hasta en el diván va a intervenir la mirada, aunque de una forma distinta. En el diván el analizante puede creerse mirado pero no ve la mirada de la que cree ser objeto.
En tal sentido, en el cara a cara, el analista mira al paciente y éste a su vez mira al analista y ese mirarse conlleva a una plenitud narcisista y especular que vira fácilmente del amor al odio. Este juego de caleidoscópico de miradas reciprocas determina un tiempo diferente para la cura, acelerando en ocasiones el momento de concluir, y no siempre de manera conveniente. Esta reciprocidad de miradas implica un estar frente a frente, un enfrentarse pues, con la posibilidad de asentir o disentir con la mirada y con el gesto, y que sabemos que hay miradas de complicidad, de estupor, incluso miradas que matan y amores a primera vista” (Baldiz, 2007)
No cabe duda que el trabajar cara-a-cara requiere de un analista con muchas tablas para saber borrarse frente al paciente y colocarse en ese lugar de semblante de objeto, de vacío para dar espacio al deseo del analizante.
Por lo tanto, si es posible un análisis cara a cara o fuera del uso del diván, pero con ciertas dificultades. En realidad lo que va a permitir que se esté en un análisis es que un analista se haya colocado en el lugar y su ética está alimentada por el deseo de analizar, lo que permite que un sujeto entre en el discurso analítico. Al mismo tiempo, esta tesis permite sostener que no basta con estar enfrente a un analista para garantizar que se está en análisis. En tal sentido, el hecho de que un paciente esté recostado en el diván, no garantiza en absoluto que lo que allí se produzca vaya a ser un verdadero análisis. 
Por lo tanto, nuestro amigo inicial de la historia de hoy, a quien su psicólogo le recostó del diván, puede que no esté en un análisis o su análisis comenzó hace un tiempo; como también juegue en él algo de la mirada y su terapeuta haya reconocido ese efecto y por ende lo haya invitado a pasar al diván. Sin embargo, sea cual sea el caso, el pase a diván siempre llega sorprendiendo y no hay pase sin efecto.
Referencias Bibliográficas:
Izaguirre, M. (1993).- Tratamiento de Ensayo.- Revista de Psicología Clínica. Volumen 1. Universidad Central de Venezuela. Caracas: Venezuela.
        Freud, Sigmund (1913). Trabajos sobre técnica psicoanalítica: La iniciación al tratamiento. Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo XII. Amorrortur Editores. Buenos Aires, Argentina.
        Baldiz, Manuel (2007).- El Psicoanálisis y las Psicoterapias. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, España.
        Evans, Dylan (2005).- Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano. Editorial Paidos. 3era reimpresión. Buenos Aires, Argentina.
        Lacan, Jacques (1966) Función y Campo de la Palabra. En Escritos 1. Segunda Edición (2008) Editorial Siglo XXI. Buenos Aires, Argentina.
        Lacan, Jacques (1953) Los Escritos Técnicos de Freud. Segunda Edición (2004) Editorial Paidós Buenos Aires: Argentina. 
Lacan, J. (1958): “La dirección de la cura y los principios de su poder”- Escritos 1. Siglo XXI Editores. Buenos Aires. Argentina. 2da. Edición (2008)
        Laplanche, J y Pontalis, J (2005)  Diccionario de Psicoanálisis. (5ta Edición) Buenos Aires: Paidós.

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