DEL ADECUADO USO DE LOS ADJETIVOS II

POR: Esteban Ruiz Moreno
Fecha: 28/Ene/2009

He observado que este título llama mucho la intención. En este nuevo año que nace, quisiera escribir sobre la existencia de un adecuado uso de los adjetivos, cosa que resulta problemática, puesto que la gramática implica muchas vueltas, muchos “ires y venires”, muchas insistencias del lenguaje que nunca termina de dejar de insistir. El lenguaje, en tal sentido, es una cuestión de volteretas incesantes, de vueltas sobre el pivote del sujeto, es decir, un adjetivo puede ser adjetivo en determinado momento, en determinado contexto, en determinado lugar, pero puede dejar de ser adjetivo, por ejemplo, cuando es un adjetivo sustantivado.

En primera instancia, el adjetivo es la partícula del lenguaje, inscrita en una oración, que modifica de alguna manera, sea cual sea ésta, al nombre o sustantivo de la misma oración. A veces sirve para darle musicalidad, elegancia, mayor sentido o profundidad a una oración; pero, otras veces, sirve para arruinar la estructura del texto, para atiborrar de miel, para saturar, para hacer, de algo posiblemente bello, algo pesado y hostigante. Por tal motivo, es necesario cuidar la escritura de una forma especial al momento del uso de los adjetivos. ¿Has escuchado poesías, por ejemplo, que por muchos adjetivos puestos se arruinan al instante? ¿Has escuchado textos hermosos que se hacen insoportables por la carga de adjetivos? Por eso, para algunos escritores, es necesario tener en cuenta una desadjetivación de los textos, de los escritos, de sus propias construcciones, de la vida.

(Escribo este texto porque ha sido mirado un sinnúmero de veces tanto en mi página como en mi blog.)

Un adjetivo puede ser utilizado para embellecer un sustantivo, para denigrarlo, para establecer su pobreza (sea cual sea), para entablar sus características, etc. Por ejemplo: su bella cara; en tal oración, bella sería el adjetivo y el sustantivo sería cara. Algunos dicen que el adjetivo debe ir después del sustantivo, olvidan que en la gramática es posible cualquier camino, cualquier insinuación, cualquier desvío; claro, siempre conservando las estructuras esenciales del lenguaje, es decir, no decir disparates, –aunque la mayoría de veces, los disparates también tienen algo que decir.

El adjetivo permite un horror, permite el sentimiento, permite la nostalgia, permite los afectos, permite al autor transportar a sus lectores al mundo que él tiene también en su mente y su alma; sino recordemos el Rayuela, maravilloso, de Cortázar, recordemos el fragmento de. “Miro tus ojos, con mi boca toco el borde de tus parpados, voy dibujándolos como si salieran de mis sueños con mi lengua, como si por primera vez tus ojos tristes se entreabrieran y me bastara cerrar la boca para silenciarlo todo y recomenzar…”. El adjetivo permite, en su justa medida, alcanzar la magia del intento, lo fallido de cada palabra, permite esbozar un mundo que se delinea a través de las palabras, que existe a modo de la fantasía, del anhelo, del sueño… y también del fantasma.

En resumidas cuentas, el adjetivo, o los adjetivos se usan de acuerdo a la intención de cada autor, al esfuerzo de cada texto, a los requerimientos del contexto, a las metas de cada párrafo; los adjetivos se usan cuando debemos calificar, cuando debemos o queremos caracterizar algún personaje, algún lugar, alguna situación, algún momento; los adjetivos se usan para darle fuerza a determinado sentimiento o para desconstituir diversos estados de los personajes. Los adjetivos se usan para no usarse tanto, para usarlos con cabeza fría y el pecho tibio.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
buenísimo
Unknown ha dicho que…
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