DEL ADECUADO USO DE LOS ADJETIVOS

POR: Esteban Ruiz Moreno
Fecha: 19/11/08
Facilidad, sin embargo,
por que lo que el hombre teme por encima de todo
no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia,
sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión,
de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.
Estanislao Zuleta – El elogio de la dificultad


La vida está hecha de debates incesantes, de la circulación de las ideas, de la circulación de la palabra; me atrevo a decir que contrariar su cauce origina problemas sociales tal como los que evidenciamos en la actualidad, pero eso es tema para otra discusión.

Hoy solamente quisiera hablar de los que parten de sus prejuicios para encarar un debate; hoy quiero hablar de esos torpes que necesitan descalificar a su contradictor con el uso de adjetivos; hoy quiero hablar de los que no pueden entablar, en el terreno de las ideas y los argumentos, un diálogo amplio con el fin de construir nuevos conceptos, nuevas ideas, nuevos lineamientos.
De esos abundan: “vos tenías que estudiar allá para pensar mal del presidente”; “ése es guerrillero”; “ése es paraco”; “ése es terrorista”; “con razón lees X libro”; “¿sos amigo de ése?”; “claro, como anda con esa novia”, y aquí caben mil etcéteras, la lista se hace larga.

Por ahí dicen que más fácil es destruir que construir y pienso que es claramente así. Es más fácil anular al otro, en cualquiera de sus formas, sea con un arma o con el mal uso de un adjetivo, que poder pensar y exponer las ideas en las que creemos. Es infinitamente más fácil y mediocre poder partir desde la ignorancia y la ridiculización, que poder expresar las ideas con creatividad, con “originalidad”, con estilo. Es mucho más fácil decirle a alguien: “vos sos de la (Universidad) de Nariño, –por ejemplo, puesto que puede ser cualquier otra–, y por eso piensas así”, que entablar un diálogo coherente. Es más fácil decirle a un afrodescendiente: “mmm, negro perezoso”, que entender que las culturas y las razas son diferentes de la nuestra. Es más sencillo decirle a alguien: “por ser de ése barrio, de ése colegio, de ésa clase socioeconómica, es que actúas así”, que escuchar sus razones, entender sus argumentos, pensar su postura y ahí repensarse uno mismo cada vez...

Aquellos son los que hacen del mundo un lugar peor, un lugar donde se pueda matar en vez de hablar (recordemos una vez más al incólume Jaime Garzón), aquellos son los que desestiman la razón y las ideas con el simple juicio que derrota desde el vamos una posición de lucha y de intercambio; recuerden cuando un presidente dice de alguien: “no le contesto al primo de mi secuestrador” o “ése es un terrorista”, recuerden esto porque quien dice un juicio antes de sus ideas desmiente al otro desde el principio, lo reduce (o más bien lo intenta) a la posición del malo, del criminal, del injusto, del inmoral desde el inicio; lo más triste de todo es que los espectadores creen con demasiada facilidad lo que dice el uno o el otro, los juicios que emite uno o el otro de su interlocutor, es ahí donde se pasa al terreno del insulto y del descrédito.
Tenemos entonces que en vez de pensar, de exponer, de expresar las ideas propias solamente se trata de desacreditar al otro, de ponerlo en ridículo, de llevarlo al campo de la injuria y el desprecio; la problemática se trata de que el otro piensa diferente porque cuando dos personas piensan igual no hay problema alguno, el problema es cuando otro piensa diferente. Es ahí donde el otro es anulado, es en el campo de la diferencia; es decir, el otro no puede pensar diferente porque sea radicalmente otro para nosotros, piensa diferente porque es malo, porque es un criminal, porque está podrido, porque es tonto, porque no le alcanza el CI (aquí cabe otro etcétera infinito). Ése es el meollo del asunto: que el otro no puede ser otro, tiene que identificarse conmigo mismo al precio de perder la diferencia que nos hace humanos.

ES MUCHO MÁS FÁCIL DESTRUIR, ANULAR, BORRAR A ALGUIEN CON EL MAL USO DE UN ADJETIVO QUE PODER EXPRESAR NUESTRAS IDEAS, NUESTRO SENTIR, NUESTRA CONCEPCIÓN DEL MUNDO CON CREATIVIDAD Y CON INTELIGENCIA, CON ALTURA, CON RESPETO Y DIGNIDAD.

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