Escolios a un texto implícito


Con inusitada actualidad histórica, don Nicolás Gómez Dávila escribía por allá a la mitad del siglo pasado su libro de Escolios (A un texto implícito) que tuve la oportunidad de tener entre manos recientemente. Pese a ser un afiebrado conservador, ortodoxo católico y puritano misántropo, (él), conseguí rescatar de su montón de letras algunas que hoy me place ponerte en casilla para ayudarte a evadir tus responsabilidades laborales y sociales estilo 'tibia mañana de octubre'.

Lo más conmovedor de las “inquietudes intelectuales” del joven son las boberías con las que las serena.

Cuidémonos de discrepar del que conoce mal un tema.

La imparcialidad es a veces simple insensibilidad.

Las fuerzas que han de arruinar una civilización colaboran desde su nacimiento con las fuerzas que la construyen.

El Pasado parece no haber dejado herederos.

A ricos y a pobres hoy sólo los diferencia el dinero.

Lo que permite soportar a los demás es la posibilidad de convertirlos en relato.

Un pueblo libre presenta un espectáculo estéticamente degradante.

La alternativa que pregona el inconforme de izquierda es tan intolerable como la que repudia.

Al tonto no lo impresiona sino lo reciente.

En lugar del gran escritor, hoy se prefiere al libro idiota que sobre él se escribe.

La izquierda agrupa a quienes cobran a la sociedad el trato mezquino que les dio la naturaleza.

La misantropía acecha al que no tiene mirada de entomólogo.

La genialidad se le soporta únicamente al genio.

Sus períodos de tolerancia le sirven a la humanidad para forjarse una intolerancia nueva.

El que acostumbra a decir la verdad pierde toda capacidad oratoria.

La vida del moderno se mueve entre dos polos: negocio y coito.

Desde hace más de un siglo no existe clase alta. Apenas hay un sector más pretensioso de clase media.

Nadie se parece más a los demás que el que se cree diferente.

Cada día resulta más fácil saber lo que debemos despreciar: lo que el moderno admira y el periodismo elogia.

El orden es el más frágil de los hechos sociales.

‘Libertad’ Es el término que más se emplea sin saber qué significa.

Nadie necesita ufanarse de su extracción modesta, suele ser notoria.

Ser izquierdista es juzgar a nuestro adversario no sólo culpable de sus crímenes sino también de los nuestros.

Hablar de “madurez política” de un pueblo es propio de inteligencias inmaduras.

La izquierda se contenta con deshonrar las tesis enemigas.

El vulgo actual no tolera sino superiores que pueda despreciar.

A toda argumentación del mundo el cristianismo opone una promesa.

El socialismo sigue siendo la filosofía de la culpabilidad ajena.

El racismo les ha hecho decir tantas estupideces a sus enemigos como a sus partidarios.

Todo, en un momento dado, depende del mayor o menor poder de los imbéciles.

La compasión se ha vuelto táctica ideológica.

Las explicaciones extravagantes son las favoritas de las mentes lerdas.

Las generalidades consuelan al ignorante.

No debemos confiar sino en las virtudes del rico, el menor premio de lotería liquida las del pobre.

El único personaje irremplazable es el artista.

Para corromper al individuo basta enseñarle a llamar derechos a sus anhelos personales y abusos a los derechos ajenos.

La muerte no debe ser objeto de nuestras meditaciones, sino base de todas.

Aceptemos que nos condenen, pero no que nos juzguen.

No hay zona del alma que el sexo no pueda corromper finalmente.

El izquierdista se siente perseguido si no está persiguiendo.

Muchos parecen inteligentes y no son más que jóvenes.

Cada siglo últimamente ha resultado castigo del anterior.

Escuchar al prójimo es una de las más penosas obras de misericordia.

El talento generalmente huye cuando los honores llegan.

Ni en materia de placeres debemos aceptar estimación igualitaria. El placer de cerdo es placer de cerdo.

El rico, en la sociedad capitalista, no sabe usar el dinero para lo mejor que sirve: para no tener que pensar en él.

La libertad auténtica consiste en poder adoptar un amo auténtico.

El que se enfrasca en controversias de moda merece decir las sandeces triviales que dice.

Los partidarios de la desigualdad debemos aplaudir la decapitación de todo beneficiario indigno.

A quien haya que definirle ciertos términos hay que hablarle de otra cosa.

La carrera de sociología le garantiza al doctorando léxico vistoso e ideas escuálidas.

El asfalto urbano sólo produce demócratas, burócratas y putas.

Pocos reparan en la única diversión que no hastía: tratar de ser año tras año un poco menos ignorante, un poco menos bruto, un poco menos vil.

Resulta imposible convencer al hombre de negocios de que una actividad rentable pueda ser inmoral.

Para escandalizar a cualquiera basta hoy proponerle que renuncie a algo.

El hombre posee ya poder suficiente para que no haya catástrofe inverosímil.

La historia muestra que los aciertos del hombre son casuales y sus desaciertos metódicos.

La erudición de segunda mano tiene olor inconfundible.

Progresar, para el moderno, consiste en inventarle al hombre nuevas necesidades que lo esclavicen más.

Los orgasmos del escritor no tienen para el lector el interés que imagina.

La indignación  moral no es bien sincera mientras no termina literalmente en vómito.

La mediocridad literaria no garantiza lectores, pero es lo único que los consigue en abundancia.

Los libros tienen destino aciago: o los olvidan, o los estudian.

Para no escribir groseramente se necesita hoy ser muy atrevido.

La inteligencia de los inteligentes maravilla menos que la necedad de los necios.

Prefiero idea estúpida en boca inteligente que idea inteligente en boca estúpida.

Creyendo rugir, el joven rebuzna.

La actitud más irrespetuosa es la de aquel que trata todo con igual respeto.

El marxismo petrifica la inteligencia que toca.

El hombre inteligente sólo debe mirarse a sí mismo como testigo casual de la condición humana.

La mayoría de las cosas que el hombre “necesita” no le son necesarias.

A pesar de lo que hoy se enseña, el coito fácil no resuelve todos los problemas.

En la sociedad que se esboza, ni la colaboración entusiasta del sodomita y la lesbiana nos salvarán del tedio.

La poesía moderna oscila entre la retórica y el acertijo.

La incompetencia del público actual en letras y en artes le permite estafarse a sí mismo.

La gente admira al que no se queja de sus males porque la exime del deber de compadecerlo.

Sólo educa el ejemplo inimitable.

La riqueza determina menos las opiniones del rico que la pobreza las del pobre.




Sutil. Bueno, antes no me di cuenta de que seleccioné muchos, pero todavía creo que vale la pena cada uno.

Abrazo,

Queen

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