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Son las 19 hs. de un viernes de un año cualquiera de los del complicadísimo calendario maya. Claro, en ese calendario no hay viernes. Bueno, lo importante es que es uno de esos días (o kin) en que se puede uno tomar un descanso, y como Latinoamérica ha sido -desde antes incluso de ser “América” y “latina”-, siempre un pueblo farrero, pues supondremos que estamos en uno de esos días en que todo el mundo estará ebrio en la noche; antes de Cristo o poco después, quién sabe y poco nos importa, ni tampoco el unial (20 kin), el tun (18 uniales) o el katún (20 tun) que era exactamente, y ciertamente no desperdiciaré tu tiempo en ahondar en los casi interminables detalles de la comprensión de ese calendario. Eso último importa más a nuestro personaje, Antxatepltzx, a quien procederemos mejor a llamar Chepe dada la brutal dificultad de recordar y/o pronunciar su nombre aborigen; y bien, pues que Chepe no es ajeno al espíritu primitivo de nuestra tierra, y tiene a los amigos pendientes, que le pagan hoy un trabajito, que lleva tiempo haciéndolo, Contá, contá de qué se trata; y él siempre humilde, Simplemente lo que les comentaba antes, muchachos, el calendario. Y así de pocos (y en lenguaje nativo muy diferente de esta lengua europea en la que te escribo yo), pues les va narrando lo del calendario aquel que se le encomendó realizar, y que el Cacique es quien le paga, y está por terminar.

-         ¿Hasta cuándo tienen que ir las fechas? -, es la nueva cuestión de los amigotes, que como siempre atentan contra la estabilidad laboral de Chepe buscando la forma de convencerlo para que, junto a ellos, se entregue al jolgorio, esa misma noche.

Y acá es donde curiosamente comienza Chepe, sin quererlo del todo, con esto del mito de fin de mundo que tiene hoy por hoy con el culito al borde del asiento a creyentes y excépticos, mata de nervios a algunos y nos ocasiona lastimosa risa y razonable vergüenza ajena a pocos otros.

Claro!, piensa Chepe, Chicos, que todo está resuelto, termino estos seis solsticios, no son sino dos horas de trabajo, kin, unial y tun, bulumdrum! (y “bulundrum” es aporte del suscribiente); y así es como todos contentos, amigos, Cacique, Chepe y tendero, que a fuerza de casi licuarse la quijada ha escupido más de dos litros de chicha que espera ser de la ingesta en breve. Allí, en la noche, tirados sobre la mesita de palo del jacal de nuestro astrónomo y escriba, quedan los folios del calendario encargado, uno de tantos, que ni que fuese el único astrónomo en tierra de consabidos estudiosos del lejano cielo; cuidado, eso sí, porque llegó como anunció hasta el solsticio, de un kin, tun o lo que sea que más tarde será traducido como fecha cristiana y meterá en cuentos a la humanidad del siglo XX, y Chepe, bueno, Chepe se largó con los amigos, bebió como lo harán siglos después los gitanos en un continente distante, caminó junto al abismo y rodó peña abajo dejando mujer, hijos, patrón y amigos sin Chepe Antxatepltzx y calendario sin terminar.


Echémosle a la historia algunos siglos encima, una invasión de portadores de la sífilis por ahí en el siglo XV; y pretendamos que sobreviven los folios de ese calendario hasta los días de la internet y el cyberterrorismo, suficiente receta para que el cocktail tome forma: te venden todo tipo de producto hoy por hoy para que sobrevivas al “inminente” fin del mundo predicho por los mayas, “predicho por los mayas”, mirá, ni que no supiéramos ahora que fue un error de esos que vinculan copas de más, irresponsabilidad y matemáticas (como todo en la especie humana), o bueno, ni que no supieras ahora vos que, al menos, hubiese podido ser.


Cada generación tuvo su fecha apocalíptica, cuentan que en diciembre del año 999 no daban abasto las iglesias albergando creyentes que no querían que Dios o San Jesús bajaran del cielo blandiendo espadas de fuego y clamando furiosa venganza y les encontraran por ahí en la vida mundana, humana, real. Así mismo va con Nostradamus, la aparición en Fátima y otros montones de tonterías, todas excusas para que nuestro mundo occidental compre, venda y juegue con la fe del incauto.


Si tomas cualquier período de la historia, digamos que de cien años, tendrás la misma cantidad de terremotos, huracanes, tsunamis y fenómenos que golpearon la humanidad en todo el siglo veinte. Claro, tendrás muchos más si el período que tomas es el de formación de la tierra, hace millones de años. De otro lado, venden toda suerte de artefactos para gente súper crédula, como lo prueban la serie de barcos estilo “arca de Noé”, que aseguran la supervivencia de 100 personas durante 5 años después del cataclismo universal, a la venta en internet por sólo 20 millones de dólares!


O le entras al negocio con algún tipo de enlatado o libro de oraciones, o te dejas de la pendejada de andar creyendo en premoniciones fatalistas.

Eso sí, bonito si aprovechas el chisme aquel del inminente final para proyectar un poco mejor tu vida, al fin de cuentas todavía quedan nueve meses y monedas… si fuera certera la premonición, ¿qué crees que podrías a alcanzar a hacer –de bueno, claro-, con tu vida en ese corto período?

¿Nos veremos a los ojos luego del solsticio del 21 de diciembre próximo para con tristeza aceptar que simplemente vimos pasar los días?

Bah, pues ojalá no!


Un abrazo apocalíptico,


Queen

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