Sobre la necedad


ESTEBAN RUIZ MORENO
5/Marzo/2012
Si no se llega a la raíz de la necedad se cae en la majadería
Jacques Lacan

La palabra necedad, como cualquier otra, puede implicar diferentes significados y significar distintas cosas según el contexto en el cual se maneje; la necedad de la cual se habla en la Plaza de Nariño no es la misma que tomaba el Eclesiastés.
La verdad es que en el fútbol, –ese idioma incomprensible que es, ese campo de batalla de pasiones inauditas, ese lenguaje universal–, la palabra necedad tendría una aplicación muy precisa, un uso definido. No quiero pensar que a ese uso definido le daría un significado único, quiero mantener esa hermosa realidad del lenguaje en cuanto a que se quieren decir mil cosas distintas cuando se dice una sola.
Es decir, lo que quiero es darle un uso preciso a mi palabra necedad.

Soy hincha del Deportivo Pasto, el equipo de mi tierra. Soy hincha desde hace mucho tiempo, tal vez más del que pueda recordar, y voy al estadio todos los domingos en los cuales juega acá en Pasto. Claro, eso no es un motivo para estar por encima de nadie en cuanto a alguna argumentación posible (porque sabemos cómo es esto de las razones en algo tan ilógico como el fútbol), pero es un motivo firme para poder opinar sobre alguna cosa del equipo: la preparación física, el planteamiento por parte del técnico, el desempeño de los jugadores, los equipos contrarios o la vida en general del equipo de mi alma. Creo que puedo opinar, como puede hacerlo cualquier otro, la diferencia radica en que mi opinión – al menos en este caso – tendrá el sustento de que he visto al equipo cada vez que juega in vivo y por el medio disponible que encuentre.
Antes, quisiera aclarar dos cosas. Una, que el fútbol es lo más maravilloso porque permite un debate interminable sobre las cosas más simples, permite que cinco personas vean la misma jugada y cada una de esas personas entienda diferente aquella jugada, debate interminable dije, y no pelea irracional entre fanáticos que no pueden siquiera argumentar. Dos, que mis objetivos nunca serán las personas, puesto que no soy juez de nadie; tampoco quiero poner en duda las capacidades de ningún ser humano, puesto que no me interesa. Si intento emitir una reflexión sobre algún tema que involucre un aspecto negativo de alguien, siempre lo haré en términos de reflexionar sobre dicho aspecto negativo y nunca sobre la persona misma, en este sentido no atacaré a ninguna persona como tal. Dicho esto creo que es preciso continuar…

El Deportivo Pasto es la digna representación de nuestra tierra en el territorio nacional (eso no es ningún misterio para nadie), de nuestra identidad como pueblo, de la eterna lucha por el reconocimiento ante el otro. Este lugar que tiene el Pasto en nuestro imaginario como pueblo es un lugar que podríamos denominar como legendario, como mítico, es decir, alejado de toda realidad. Por otra parte, el lugar al que quiero hacer referencia es al de lo cotidiano, al del entrenamiento día a día, al de las órdenes tácticas. Este lugar hace referencia forzosamente a los jugadores y el cuerpo técnico.

Si anteriormente utilicé el término necedad y ahora lo articulo este segundo lugar del equipo, tiene todo un sentido preciso: la necedad de Flavio Torres. No puedo entender el planteamiento del técnico que nos llevó a alcanzar Primera otra vez. No logro entender por qué se empecina en poner un jugador que hace lo que más puede, lo sé, pero que no le aporta al equipo lo necesario para conseguir los objetivos propuestos. Yo sé como jugador que fui, que Edwards Jiménez intenta dar lo mejor de sí mismo en cada partido, que intenta dejar la piel en el campo, que se esfuerza al máximo para rendir y que así el equipo florezca. La cuestión no radica en que Jiménez no se encuentre en un buen momento, la cuestión de la necedad radica en sostenerlo por encima de todas las evidencias, por encima del bajo rendimiento, por encima de otros jugadores que pueden aportarle otro tipo de variantes al equipo. Aquí hablo de la necedad de Flavio en el sentido del conocimiento de existe un propósito que se persigue, pero en el cual se encuentra un empecinamiento tal que todo acto que surja en torno al propósito se cae por su propio peso. Esto es, Flavio se ha empecinado en poner todos y cada uno de los partidos a Jiménez cuando el rendimiento del jugador es bajo. Incluso más allá de todo ello, en el momento en que ha realizados los cambios, ha preferido sacar a Mina (quien también ha experimentado esta baja de rendimiento), ha preferido seguir manteniendo un dibujo táctico que no dio resultado (en términos de ganar, porque empatando, sí) a hacer descansar al nueve del Pasto.
Aquí hay doble pecado tanto de Flavio como de los dirigentes. Doble pecado, porque nunca entendieron la importancia de Villagra en el equipo, un delantero de clase, de experiencia, de peso y los esfuerzos por mantenerlo fueron baldíos. Pecado doble, porque Flavio ha sostenido en cambio a un delantero que no encuentra su nivel de rendimiento por el cual fue contratado, porque no es peligroso al pisar el área, porque no cuenta con la experiencia necesaria para darle al ataque del Pasto una consistencia necesaria para hacer destrozos en las líneas enemigas…
Doble pecado – pecado doble porque el sistema de Flavio, cuando Villota no se encuentra y en Primera nunca se ha encontrado (por la lesión que arrastra mayormente), consiste de un nueve en el centro del área con dos mediocampistas extremos que lo alimenten y un mediocampista 10 detrás de él, cojera de este sistema porque el mismo Jiménez ha tenido que salir del área para buscar los balones, quedando esa misma área sin presencia del hombre de ataque pues Jiménez no logra regresar a su posición tan rápido.
Por otra parte, no es posible que un jugador como Mina sea el segundo centro delantero del equipo después de Jiménez. Sé qué me dirán “los que saben” de fútbol, que Mina no cumple con las funciones de un nueve, que su lugar es acompañar al centro delantero (antes Villagra, hoy Jiménez), que Mina no inicia bien los partidos y que por el contrario es un buen rematador, etc. Hay mil argumentos, pero un técnico no puede poner un sistema en el cual se tenga un solo delantero (Siempre Jiménez) y no pueda cambiarlo cuando las circunstancias ameriten. El Pasto, no es el equipo de otras fechas en las cuales arrasaba con presencia importante en el frente de ataque. Estamos en Primera, dirán mis lectores, y es cierto, pero debemos tener consciencia de muchas cosas más, una de ellas: que el equipo necesita urgentemente un cambio de mentalidad cuando la situación así lo requiera, que nuestro representante necesita una amplia gama de variantes en cuanto a partidos que no tengan una solución a la vista, necesita una inyección de esfuerzo cuando los brazos estén caídos.

No es una diatriba contra Flavio, puesto que sé que es un hombre que ha demostrado tener la entereza necesaria en los momentos contrarios, que ha mostrado toda la capacidad para dirigir a nuestro amor en la cancha, que ha hecho todo lo posible por un pueblo que se ve representado por once leones. Espero de todo corazón, no ver un equipo ganador cien por ciento, sino un equipo que tenga la convicción necesaria para poder levantarse de sus yerros y que pueda aprender de sí mismo en todas las situaciones, en la alegría de la victoria y en la amargura de la derrota…

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