I
Estaba mi abuelo al lado de la forja,
el carbón encendido y jadeando,
las manos calientes y precisas,
el metal padeciendo entre humo y cenizas.
Hora tras hora, golpe tras golpe,
corrían las nubes presurosas en el cielo inmenso,
los ojos fijos, las estrellas crepitantes,
los fulgores naciendo, los fulgores en derrota...
La juventud se había ido,
los brazos ahora marchitos,
los ojos con la fuerza del Tiempo todo junto,
el cuerpo sufriendo los estragos de los años.
Se había marchado también ella,
entre lágrimas nunca antes vistas,
en medio de un dolor indecible,
llevándose más allá su alma misma...
haciendo decir las cosas que siempre habían sido guardadas,
haciendo que las noches se hicieran interminables,
haciendo de los días silencios infinitos,
haciendo de la vida algo insoportable.
El motor de su vida,
El consuelo de los temores,
El bálsamo de los desvelos,
El refugio de las desdichas.
... Forjando, como lo había hecho toda su vida,
golpeando, como había luchado toda su vida,
dando forma a tantos sueños y esperanzas,
quitándole el fulgor a la vida de tanto vivirla.
Estaba mi abuelo en la forja,
pam, pam: retumbaban sin pausa los tambores mortuorios,
retumbaba su muerte cada vez más cercana,
pam, pam, las nubes corrían, el humo volaba...
Estaba ahí, golpeando como casi siempre,
el brazo al aire con fuerza mínima,
el brazo en veloz descenso,
el fragor en centellas, el ruido cansino.
Fue así hasta que las nubes es en ascenso lo fueron llenando,
los pulmones, la sangre, las venas destrozadas,
mi abuelo en la forja con el frío de los años,
con el fuego del deseo.
... del deseo de buscarla a ella hasta en los confines más insospechados...
... Buscarla hasta en el reino de la muerte...
Estaba mi abuelo feliz al lado de la forja,
Buscando con cada golpe a mi abuela y su sonrisa,
Luchando contra estrellas rojas por seguirla hasta en la otra vida,
Feliz como nunca, sabía bien lo que hacía...
Esteban Ruiz Moreno
el carbón encendido y jadeando,
las manos calientes y precisas,
el metal padeciendo entre humo y cenizas.
Hora tras hora, golpe tras golpe,
corrían las nubes presurosas en el cielo inmenso,
los ojos fijos, las estrellas crepitantes,
los fulgores naciendo, los fulgores en derrota...
La juventud se había ido,
los brazos ahora marchitos,
los ojos con la fuerza del Tiempo todo junto,
el cuerpo sufriendo los estragos de los años.
Se había marchado también ella,
entre lágrimas nunca antes vistas,
en medio de un dolor indecible,
llevándose más allá su alma misma...
haciendo decir las cosas que siempre habían sido guardadas,
haciendo que las noches se hicieran interminables,
haciendo de los días silencios infinitos,
haciendo de la vida algo insoportable.
El motor de su vida,
El consuelo de los temores,
El bálsamo de los desvelos,
El refugio de las desdichas.
... Forjando, como lo había hecho toda su vida,
golpeando, como había luchado toda su vida,
dando forma a tantos sueños y esperanzas,
quitándole el fulgor a la vida de tanto vivirla.
Estaba mi abuelo en la forja,
pam, pam: retumbaban sin pausa los tambores mortuorios,
retumbaba su muerte cada vez más cercana,
pam, pam, las nubes corrían, el humo volaba...
Estaba ahí, golpeando como casi siempre,
el brazo al aire con fuerza mínima,
el brazo en veloz descenso,
el fragor en centellas, el ruido cansino.
Fue así hasta que las nubes es en ascenso lo fueron llenando,
los pulmones, la sangre, las venas destrozadas,
mi abuelo en la forja con el frío de los años,
con el fuego del deseo.
... del deseo de buscarla a ella hasta en los confines más insospechados...
... Buscarla hasta en el reino de la muerte...
Estaba mi abuelo feliz al lado de la forja,
Buscando con cada golpe a mi abuela y su sonrisa,
Luchando contra estrellas rojas por seguirla hasta en la otra vida,
Feliz como nunca, sabía bien lo que hacía...
Esteban Ruiz Moreno
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